Según llegábamos íbamos entrando al fondo, a sentarnos en las mesas con sillas de enea a contar historias y reirnos, otras jugábamos a los futbolines que estaban a medio camino al lado de una vieja máquina que nadie sabía para qué servía, o bien te situábas frente a la ventana que daba a la calle Doña María Coronel a hablar de cofradías con el camarero.
Cuando lo cerraron supe que desaparecía uno de los lugares donde mejor lo pasé en mi juventud, y de la de muchos que frecuentan este rincón.
Cada Domingo de Ramos, cuando voy de vuelta para San Julián, se me escapa una mirada hacia aquella ventana.
ResponderEliminar¿No te has fijado que a veces parece cómo si la ciudad se empeñara en hacernos envejecer?: bares que cerraron, cines que no están, librerias que desaparecieron, etc.
No caigo en donde estaba el bar y mira que he frecuentado bares desde chico y que la zona fue para mi de niño de paso casi diario.
ResponderEliminarEn cualquier caso que razón tienes al describir esos bares donde transcurren tantas horas de nuestras vidas, donde tantas veces nos citamos con los amigos...
En esa misma calle viví esa sensación de que se iba un trocito de felicidad pasada cuando quitaron el Doña María.
Aunque dicen que la patria es la infancia, leyéndote me parece que tu juventud es también ese lugar al que siempre se quiere volver. Vaya calle, Doña María Coronel, para ver cofradías, por ejemplo la Hiniesta de nuestro amigo calleferia. ¡Ya falta menos! Y gracias por tus recetas mágicas, aunque creo que hay voy a tener que ir a curarme a Sevilla...
ResponderEliminarSe encontraba en la calle Doña María Coronel, frente al Convento, en su lugar actualmente creo que hay una academia, o si no está justo al lado.
ResponderEliminarTenía una fachada blanca con los adornos de puertas y ventanas amarillas, tipo Maestranza, que aún permanece.
Yo lo viví intensamente desde 1987 a 1990, sinceramente no creo que aquellos que tengan menos del 3 por delante de sus años lo recuerden.
Y en efecto, Maese, ya brota algo de azahar, donde yo trabajo, que está a tope de naranjos, ya empiezan a florecer.
Pregonero: El Doña María era el que nos esperaba cuando cerraba El Tremendo...
Calleferia: ¿Sabes que siempre veo La Hiniesta en la puerta del Góngora?
Yo también veo la Hiniesta en Doña María Coronel, pero desde que entra hasta que sale de la calle.
ResponderEliminarEse paso de Cristo entre los naranjos es Domingo de Ramos y Semana Santa en estado puro.
Yo también suelo ver la Hiniesta en Doña María Coronel, justamente en la esquina de la calle Dueñas, para luego retroceder y llegar hasta San Juan de la Palma, para allí esperar al Silencio Blanco.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre se ha dicho que hay que ver a la Virgen de la Hiniesta por esta calle. Yo que fui nazareno de Ella, y desde hace casi veinte años voy debajo de Él, creo, que como dice pregonero, es la calle del Cristo; no soy objetivo, pero verlo a los sones de Pachelbel es uno de mis momentos.
ResponderEliminarCuando era pequeño, siempre le preguntaba a mi padre que por qué nos veía poca gente en Doña María Coronel. El siempre respondía lo mismo: "No hay poca gente, están los que tienen que estar". Me alegra mucho comprobar que tenía razón, estais vosotros, los que teneis que estar.
Ps: Querida Dama, mil perdones por acaparar tu blog con mis recuerdos, no volverá a pasar. Si este año me pilla fuera el relevo, vereis a un costalero desconocido de San Julián buscar entre la gente a varias almas gemelas; y efectivamente, la academia está donde estaba el bar.
Un abrazo.
Calleferia: Usted puede y debe acaparar mi rincón con sus recuerdos cuando quiera.
ResponderEliminarMi Domingo de Ramos y mi Semana Santa es Amargura, pero el paso de la Hiniesta, a los sones del Arahal por Doña María Coronel es de los "imprescindibles", desde siempre, al igual que la Mortaja, como Maese.
Creo que esa calle tiene para mí algo especial, es una de mis calles predilectas.
Y de quien no dama...
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