Cuando era niña e iba a casa de mi primo que vivía en la calle Gerona no había nada más increible y fascinante que ver la Santa que coronaba la linterna desde la azotea de su casa, y que me parecía gigantesca, como una diosa. Esos son recuerdos de niña, de muy niña. Luego llegaron los 12 o 13 años, el Grupo Joven y la Hermandad, en tu interior se formó la cofrade que soy y en tu interior he vivido los mejores momentos como tal. Cuando cerraron tus puertas pensé que tardaría mucho en volverte a ver, pero ya parece que hay acuerdo, pronto volveremos a disfrutarte cuando vayamos por las calles de tu barrio, a cruzarnos con tu pasado árabe del Rinconcillo al Tremendo, de los Terceros a Santiago o de Gerona a Alhóndiga, donde esta que escribe se hizo cofrade y que siente a Santa Catalina no como a una Iglesia, sino como parte de su vida.
A Finidiblanco, especialmente.
Bonitos recuerdos en torno a un templo que, como tantas veces hemos hablado, se enmarca en un espacio vital lleno de sevillanía y de inolvidables comercios y barras de renombre.
ResponderEliminarEso mismo que describes me ocurre a mi con San Isidoro, la parroquia de mi barrio, donde disfruté y participé por vez primera de la vida interna de una hermandad (la de las Penas), tantos Domingos de Misa, la Misa del Gallo, mis primeros pasos costaleros bajo la Virgen de la Salud, grandes vivencias junto a mis queridos amigos de las Tres Caídas... Algún día intentaré contarlas todas en un artículo.
¡Ay Dama!, ¿será verdad que empieza la cuenta atrás? ¿será una casualidad electoral?
ResponderEliminarBueno, pensemos en positivo. La verdad es que en nuestra ciudad pasan cosas que no se entienden.
Tengo mis recuerdos también, de la misa de 19:30. De aquel aspecto lúgubre con los tubos flourescentes amarillos, que matizaban la grandiosidad y magnificencia del templo.
En fin, esperemos.
Y las piernecitas y ojitos colgando a Santa Lucía...
ResponderEliminarAh, Santa Catalina y sus aledaños... Los suizos de Amalia y el sonido monocorde de las máquinas de la Imprenta Martínez, los gatos en el sucio caserón abandonado que al niño le parecía un misterioso palacio, el olor de los calentitos del puesto de la esquina y la mercería de Benito, el seis cuarenta, luego Rincón del Pregonero, afortunado en el juego y en amores, el tabaco comprado casi a hurtadillas a la vieja del pelo blanco en su socorrido tenderete de la calle Alhóndiga, el escapulario carmelita descolgado de la alta torre en el mes de julio y esa Iglesia hoy cerrada... Cómo echo de menos todo eso. Esa Semana Santa sin Internet ni sobredimensión alguna, en la que no era noticiable ni la dimisión de un capataz ni la prensa local se dedicaba en pleno verano a dar cuenta de que un hermano mayor navegaba en un velero por la Jara o un párroco tomaba una cerveza en un chiringito; esa Semana Santa cuyo primer y gozoso anuncio era la parihuela desnuda y arrinconada de un paso en San Pedro, o en la Anunciación o en San Román y un día.... Zaasss. A corretar por la rampa del Salvador y a llenarse de gozo con el montaje de los palcos. Cómo echo de menos Santa Catalina, desconocida amiga. Gracias por traérmela aquí, ahora que estoy tan lejos.
ResponderEliminarDama, le tengo mucho cariño a las Hermandades de La Cena y La Exaltación. Te explico:
ResponderEliminarCuando vivía en la calle Sol, cada tarde-noche (allá sobre las ocho aproximadamente) mi madre me mandaba a comprar el pan a la panadería de Amalia, junto a El Tremendo. En casa eramos muchos y se compraba el pan por la mañana y por la tarde. En Cuaresma, mi paseo siempre se detenía cada día (no tenía prisa ninguna) en la iglesia de la Cena (Los Terceros) y en Santa Catalina. Mis días pasaban y yo cada año crecía al mismo compás del montaje de los pasos de las dos hermandades: ayer parihuelas vacías, hoy respiradeos y faldones, mañana candelabros de cola, pasado mañana candelería, y así cada día, hasta que las imágenes estaban "arriba".
Y así, día a día, crecí con los pasos de esas hermandades a las que iba a ver salir cada año y a las que nunca pertenecí, a pesar de tenerlas tan cerca de mi casa.
Pero es que desde que me bautizaron en San Ildefonso, mis colores eran el celeste y el crema del Martes Santo, que para eso me recibieron de hermano después del bautizo.
Creo que es por esto por lo que le tengo tanto cariño a La Cena y a La Exaltación.
Por cierto, ¿recuerdas un puesto de chucherías -la entrada de una casa- que estaba al lado de la tienda de tejidos que sale en la foto?
Querido anónimo, es un honor llevarte mi Santa Catalina allá donde te encuentres.
ResponderEliminarClaro que recuerdo todo lo que dices, Amalia, ya viuda, el 6'40, la señora de las chucherias, y los gatos, que me imagino que te referirás a los antiguos juzgados ¿verdad?.
¿recuerdas los futbolines al lado del Rinconcillo? ¿y la freiduría de pescaito justo donde ahora está "Aromas", curiosamente?, ¿Y el cine Apolo?.
Miguel, claro que me acuerdo del kiosco, tu cara me es familiar, posiblemente nos hayamos tirado alguna que otra bellota en San Pedro...
Mi Hermandad es Santa Catalina, aunque la Amargura sea mi virgen y mi devoción, ¿entendéis porqué?
Cada Jueves Santo vuelvo a vivir eso que Miguel dice, los montajes de los pasos, el tarni shield, los ensayos de costalero, acompañando a mi primo, los amigos de toda la vida que han salido de allí, tantos y tantos días de ¿Dónde?, En el Tremendo a las diez y el recuerdo con la niña que fuí, la que paseaba por sus calles siempre al lado de su primo y se asomaba a ver a la diosa de la Iglesia.
Lo recuerdo todo vivamente, amiga dama. Jugué mucho en aquellos futbolines y vi el estreno de Ben-Hur siendo apenas un niño en el cine Apolo, como también fui muchas veces al cine de verano Santa Catalina o al Rialto y al Regina. No estoy tan lejos fisícamente de allí, pero aludía a esa otra distancia peor y casi insalvable que uno comienza a sentir cuando ve la forma en la que pasa el tiempo, eso de Cernuda cuando decía que hay un momento en el que el tiempo nos alcanza. Pero, curiosamente, no logro recordar la freiduría. Quizás no estuviera en mi itinerario habitual, lo dudo, o no reparé en ella por uno de esos extraños y caprichosos mecanismos selectivos de la atención visual. Me acuerdo de la semillería de la Plaza de San Pedro, donde compraba habas fritas y pelotas con un patito dibujado para echar partidillos en la plaza, pelotas mejores que las de antipáticos e incómodos hexágonos que vendía otro kioskero cercano. No me cabe la menor duda de que te habré visto en muchas ocasiones. Confío en que el año comenzado con mal pie vaya poco a poco enderezando su rumbo. No estoy muy versado en este de los blogs, pero desde que entro más me gusta nucho este rinconcito que tienes, del que me atraparon la plaza de San Leandro y esas barcas en la bajamar sanluqueña. Te doy la enhorabuena por ello.
ResponderEliminarOjalá me regalaras con tu presencia...
ResponderEliminarAnímate, somos una reunión fantástica.Hay sitio para tí.
El Cine Santa Catalina... ¡que recuerdos!
Este mediodia he estado cerca de allí, que dia mas bonito, que luz...
ResponderEliminarMe quedé un rato mirando Santa Catalina y me acordé de ti, de Finidiblanco, de vuestra Hermandad y tambien de mis lejanos recuerdos la tarde de Jueves Santo.
Ojalá sea cierto lo del acuerdo y no tenga nada que ver con las elecciones.
Quiero que mis niños vean vuestra Hermandad como yo la ví.
Yo también le tengo mucho cariño a la cofradía de Santa Catalina, a pesar de ser cada vez menos cofrade.
ResponderEliminarY me viene de haber vivido varios años en El Fontanal y después haber seguido yendo muchísimo allí porque vivían mis abuelos y algunos tíos. Y todas los Jueves Santo (ignoro por qué) mi abuela nos llevaba a mi hermano y a mí a Santa Catalina, a ver salir la cofradía...
No fallaba... todos los años, la salida de Santa Catalina, la de la Trinidad y su paso a la vuelta por la calle Sol (anda que no hace años ni ná) desde el balcón de mi tía Rosario. Y con mis padres, todos los Domingos de Ramos a ver la de San Roque, que salía mi primo Pepe...
Por eso, si yo tuviese que decir cuales son mis cofradías sevillanas... pues esas tres. Las que más recuerdos de la lejana niñez me traen.
Van a arreglar Santa Catalina y van a conseguir el pleno empleo y van a regalar el ADSL y van a bajar los impuestos y van a regalar viajes a las amas de casa.
ResponderEliminarJe, je y je.
Cuando lo vea me alegraré mucho pero no me creo nada de un político y menos en época electoral.
Fdo. Jesulín de Cuenca.
Querida amiga... creo que he tenido un Deja Vu con esta entrada.
ResponderEliminarSanta Catalina es especial. Tiene algo que enamora. Algo que te atrapa. Algo que hace que pasear por sus calles sea digno del más puro hedonismo. Santa Catalina es especial...
Un fuerte beso querida amiga.
Amiguísima Dama:
ResponderEliminarA mí de niño me gustaba entrar con mi madre, o tía, o abuela, por esa puerta tan especial y recorrer a solar todas sus capillas.
Por cierto, se no ha ido una de las palmeras, habrá que cuidar la que se ha quedado huerfana. Qué le vamos a hacer.
1BESO.
Casi a diario paso por delante de esta iglesia del siglo XIV. Nunca he comprendido cómo se puede estar gastando dinero en proyectos modernos como las setas o el tranvía y al mismo tiempo abandonar nuestro patrimonio más preciado. En cuanto supe la noticia me alegré una barbaridad primero porque soy vecino de la zona y luego porque imagino la satisfacción que supone la noticia para una cofradía tan emblemática como es la Exaltación. También reconozco que me acordé de ti en cuanto me enteré. De hecho, en mi última entrada hablo sobre el tema. ¡Claro que recuerdo ese puestecitoque había junto a la mercería! Por cierto, vaya cómo están rehabilitando Los Claveles... y la casa de esa mercería. Es bonito que se arregle la zona. Los hermanos de La Exaltación deben estar muy contentos...
ResponderEliminarRecuerdo a la perfección ese puestecillo frente al Rinconcillo, a Amalia en su otro local e incluso, muy difusamente, una tarde de teatro con el colegio en el cine Apolo. También las ruinas del viejo cine de verano Santa Catalina, las primeras veces que volvía solo del colegio por la calle Alhondiga.
ResponderEliminarYa en la iglesia, muchas veces mi madre me recuerda como me gustaba acercarme siempre que entraba al pequeño monaguillo (entonces de mi altura) que había junto al Belén cuya cortinilla descorrían por Navidad.
Como se nota que dentro de poco llega la Cuaresma: me he dado una vueltecita por los Blogs y la mayoría ya está poniendo cosas de Semana Santa.
ResponderEliminarHe leído los comentarios de "Anónimo" y no puedo estar más de acuerdo: desde que los periódicos sacan como noticia las vacaciones de un Hermano Mayor en su velero o la dimisión de un capataz, decidí exiliarme mentalmente de la Semana Santa.
Exilio mental...
ResponderEliminarAmigo Gazpacho, interesante e inteligente. Probaré. Pero creo que tendré que buscar varios destinos.
Los que echamos nuestros dientes cofrades en el interior de nuestras cofradias, estas y todo lo que las rodean se acaban convirtiendo en nuestras casas. Recuerdo que años atrás mi madre me decia que me iban a tener que poner una cama en Monte-Sión.
ResponderEliminarUn saludo amiga. Ya queda menos para ver restaurada esa joya.