domingo, 10 de mayo de 2009
Miradas invisibles
Nunca le atrajeron ese tipo de hombres, pero sus miradas se cruzaron quedándose por unos instantes enlazadas, fué algo mágico. Hubo una segunda vez, sabía que no debía, pero al notar sus ojos sobre ella se dijo ¿y porqué no? y fue a buscarlos y se volvieron a cruzar las miradas, esta vez más intensas, más profundas, una mirada que ella retiró antes de lo que hubiese querido ya que se sintió avergonzada. Cuando se marchaba, con esa indumentaria negra, guantes y botas, ella se atrevió y le siguió el rastro con la mirada, sin temer a nada, revelándose contra su cotidianidad y contra lo correcto buscando una tercera vez. Él estaba de espaldas, subido en su moto imposible abrochándose el casco y no la veía, al menos eso creía ella, pero al arrancar el motor observó como por el espejo retrovisor le regalaba una sonrisa y le guiñaba un ojo, y se sintió viva. Al menos comenzaba a dejar de ser invisible.
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Sentirse vivo es algo necesario en la vida. Por muy marchitas que estén las flores del campo, siempre habrá un árbol verde que otorgue esperanza.
ResponderEliminarMe ha recordado esta entrada un fragmento de la canción de don Joaquín: "la pupila archivó, un semaforo en rojo, una mochila, un Peugeot, y aquellos ojos miopes... y la sangre al galope por mis venas, y una nube de arena, dentro del corazón... y esta racha de amor, sin apetito".
No todas las miradas son invisibles.
Un beso enorme mi querida Dama de sevillano nombre.
¡Dios mío, qué hermosa te dibujabas en el retrovisor mientras nos observabas pensando que le sonreía a ella! ¡Y qué generosa haciéndote imposiblemente invisible!
ResponderEliminarEl cabellero negro
Ah, maravillosa visibilidad.
ResponderEliminarLas miradas deberían mover el mundo.
Y por qué no AMIGA DAMA, por qué no.
ResponderEliminarMejor no me contestes.
1BESO.
Nunca llegamos a conocernos del todo.
ResponderEliminarYa ves que desconocía lo que "ese tipo de hombres que nunca le atrajeron", provocó en ella.
Besos