Estaba equivocada cuando pensaba que por lo menos, era curioso que de entre mis amigos de siempre, apenas ninguna fémina hubiese cuajado lo suficiente. Grandes amigos poseo, menos de los que me gustaría, y tampoco tan grandes, para que engañarme, pero en líneas generales, son todo hombres. Quizás mi afición a hablar de fútbol tenga algo que ver, o el no ser aficionada a lo que "normalmente" gusta a una mujer, la verdad es que en estos momentos acabo de caer en la cuenta de que tengo una, aunque hayamos estado cotilleando cibernéticamente (hay cosas que no cambian) menos tiempo del que nos hubiera gustado. Ella disfruta de mis éxitos cuando los hay, con la misma ilusión con los que lo disfruto yo, habla con todo el mundo como solo creí capaz de hacerlo yo misma y siente el verde y el blanco correr por las venas de una manera admirable. Eso nos unió, eso nos hace inseparables. Me llama, casi siempre cuando conduce y yo pedaleo y eso es sinónimo de pasar un rato maravilloso. Después, todo vuelve a cada una, su impuntualidad ultimamente puntual, su familia, su trabajo y su mundo tan dispar del mio; libros, aviones, gimnasios, bicicletas y mucho Betis. Para mi se queda la gratificante sensación que en estos momentos me permite escribir lo que he escrito sin pararme a rectificar una coma, y no es otro que el inmenso placer de resignarme a reconocer que existen extraordinarias mujeres distintas, con el aliciente además, de ser una bética de las buenas, de las de Cástulo, para siempre.
(Para Inma, porque le estropeé muchas fotos...)
En este caso, parece que una, vale por dos.
ResponderEliminarUn saludo.