lunes, 17 de diciembre de 2012

Calles solitarias

Lo has pasado muy bien. Vuelves de madrugada con los ecos del arrimo y sin arrimo, del rock and roll del que se hace en "petí comité" y el "Oh yeah". Ha sido una noche grandiosa, y piensas que en ese momento no podría pasar nada que alterase tu felicidad, pero sabes que te equivocas. Tus pensamientos  escogen los mejores momentos para estropearte un momentazo, o para hacerlo más especial, que también se da el caso. Circunstancia que depende de ellos mismos. Las calles no se acaban, como cantaban los Vega, y la ciudad te ofrece un escenario silencioso magnífico para personalizar esa canción y que las turbulencias personales afloren al mismo compás que tus pasos que, sobre los adoquines húmedos, ponen sonido al momento. Miras los balcones, como acostumbras a hacerlo cuando paseas por esas calles donde habita en sueños una parte de ti misma y empiezas a dejarte llevar. Las calles solitarias son una vía de escape para lo que anhelas y el ruido de tus botas al pisar te indican que estás viva, pero en el fondo sabes de sobra que lo que echas de menos nunca será posible. Son tus pensamientos, son tus circunstancias, y yo sé cuánto te gusta andar sola por la calle de madrugada y pensar lo mismo de siempre, pero yo te conozco, por eso, dejaré que se llenen las vacías y solitarias calles de Salmarina.

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