lunes, 20 de marzo de 2017

Primaverantes


De una primavera a otra, parece ser que la pauta la determina la música. Se nos fue Chuck Berry, curiosamente en la frontera entre la estación de Vivaldi y el día del padre, dejando huérfano a Johnny B. Goodge y a una buena parte de la música. La pasada primavera, que en mi corazón afloró de la misma manera que los cerezos de Neruda, la recibí a los sones de "Soleá dame la mano" mientras mi infancia doblaba la esquina de Alcázares para enfilar Santa Ángela de la Cruz, dejando esquinas con nombre propio y de nuevo, la sensación incomprensible de ser un año más vieja y a la vez, más joven. Era Domingo de Ramos, y la primavera aparecía oficialmente en todos los sentidos. Ahora flota algo diferente en el ambiente, que lo mejor no está por llegar, sino que ha llegado, como decía Morales Padrón; es tan dulce esperarte y soñar tu llegada que no quiero que llegues, quiero oírte llegar. Me lo avisó el almanaque esta mañana mientras me tomaba el café con la mirada fija en mi pájaro, quien se paseaba de un lado a otro dentro de la jaula. Quizás también él esté primaverante, se percibe, se palpa, se intuye; están las almas revolucionadas, consecuencia de ser o de vivir en esta ciudad tan Sevilla. Ayer ya me lo anunció la expectación latente en los ojos de aquellos y aquellas con los que me cruzaba, mientras caía la tarde entre los soñados tejados del barrio de la Feria, donde espero que la vida me facilite la satisfacción de algún día, poder tender mi ropa al sol de San Juan de la Palma. El olor y la expectación de estos días es indescriptible, huele a azahar y a ilusión, a algarabía de veladores, a pasos sobre adoquines de gente que va o viene ante esta observadora, que disfruta de la primavera propia y ajena como un estado de ánimo, porque no siempre va a ser primavera en el Corte Inglés..

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