jueves, 26 de enero de 2023

Xanadú



Mi infancia son recuerdos de un callejón de Sevilla por donde Amalia vendía pan con su habitual simpatía, su marido atendía a los camiones que teñían de blanco la acera al descargar los sacos de harina de Alcalá, el llorado emparedado argentino, el matambre, se deshacía en la plancha del Cangrejo y las hermanas servían la mejor cerveza de Sevilla perfectamente peinadas, armonía capilar a juego con la geometría de los azulejos de su local. En la esquina de la panadería, la cartelera del cine Apolo, atestada de carteles sobreexpuestos, anunciaba los éxitos de la época. Yo quería ver Xanadú, pero mi madre me decía que era de mayores aunque yo siguiera viendo a la inocente Sandy de Grease convertida en musa discotequera. En el lateral de la librería Reguera se asomaban títulos desconocidos y portadas seductoras, yo pegaba la cara con curiosidad; por aquel entonces mi mundo literario se centraba en Mortadelo y Filemón y las primeras lecturas serias del colegio; el Licenciado Vidriera, Maese Pérez el Organista o La tesis de Nancy, así como un diario en el que solo escribía lo que era verdaderamente importante para mis diez años, que mi madre no me dejaba ir a ver Xanadú. Han pasado los años y ese diario ha seguido acompañándome, y me he fijado siempre en el escaparate lateral de la librería Reguera tras salir del templo con la misma geometría azulejera, aunque el mostrador ya esté incompleto y la calle ni huela a matambre, ni la blanquee el pan de Alcalá, ni haya cartelera de cine porque no hay cine, ahora soy yo la que se asoma al escaparte de la librería con una de esas portadas seductoras con títulos exóticos, con mi nombre como el mejor de los regalos del destino. Podré escribir en mi diario que me asomé al escaparate de la librería Reguera para sentirme definitivamente escritora y que cuarenta años después, sigo sin haber visto Xanadú.









2 comentarios:

  1. Pues yo, que viví toda mi infancia y adolescencia en San Pedro, no me puedo sentir más identificada con eso que cuentas. Sólo que a mí el olor a pan calentito de Amalia se me solapa con el de meado de gatos de los antiguos juzgados.
    Sí, yo también pegaba muchas veces mi nariz al escaparate de Reguera y soñaba con ver mi nombre tras el cristal algún día, pero a mí aún no me ha llegado esa satisfacción. ¿Será porque yo sí que vi Xanadú?...
    Enhorabuena, amiga, nadie más que tú merece ese reconocimiento.

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  2. Enhorabuena Reyes, otro más a la lista.Hacia mucho que no escribías en el blog, que es como tu segundo diario.Te comentare una cosa que creo que no te he dicho en estos años: mi primer hábito nazareno, fue el negro enlutado de los nazarenos del Cristo de Burgos, y mis hermanos de pequeños, vistieron la túnica blanquimorada de tú Hermandad.

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