Crónica de la Feria de una no feriante

Dos días me han bastado, el miércoles, donde me libré de la lluvia pero no de faltar a la más que esperada comida de amigas, todas ataviadas de flamenca, y donde lo pasé bien, lo reconozco, pero pude escapar a tiempo para llegar a casa antes de la cena. Lo peor fue el jueves, crucé el puente contra los elementos, temiendo, ya no perder mi paraguitas indefenso, que se quedó para siempre en la primera papelera de Pascual Márquez, sino mi propia vida, ya que creía que saldría volando de un momento a otro, ya que llevaba el agravante de pendientes, flor, peina y traje de flamenca, porque mis primas, tias y hermanas se pusieron de acuerdo... ¿que no te vas a vestir, anda, no seas saboría...?
Cuando pude llegar a la caseta, a la hora de comer, comenzaron a pasar las horas, al principio pasables, mas tarde interminables, sentada observaba como mi marido se divertía de lo lindo, sin tener pensamiento de salir de la Feria siendo ya casi las nueve de la noche, el rebujito había comenzado a hacer furor, cada vez que lo miraba a lo lejos, en la barra, se estaba abrazando a alguien, por aquello de la "exaltación de la amistad", incluso cantando, cosa que jamás ocurre. Me encontraba encerrada, quería irme y no podía, mi niño también se divertía, y no con el rebujito, sino saltando en el tablao entre las que pretendían bailar, menos mal que me libré de la calle del infierno...
Al fin conseguí huir y llegar a la barra: ¡Vamonos DE la feria, caaaaaaaaariño mío...!
Confirmado: La feria no es lo nuestro, ¿verdad Finidiblanco?