Sueños

Allí estaba, sentada en el escalón de la puerta de una calle soleada, era una mujer con el pelo algo despeinado, estaba riendo con lágrimas en los ojos. Me paré un instante y la observé, su mirada no era triste, esos ojos resplandecían de ilusión, como los niños en la noche de Reyes, una mezcla entre magia y sorpresa, y el brillo de la felicidad más rabiosa. Sentí algo de envidia.
En sus manos llevaba un CD con los recuerdos musicales de toda una vida y una tableta de chocolate, entonces me acerqué y le pregunté porqué lloraba, su respuesta me dejó aún más confundida. Me dijo que había hecho suya la filosofía del manquepierda, y que ese chocolate era una de las mejores cosas que le habían ocurrido en mucho tiempo, porque era suyo y le había endulzado el alma, el espíritu y el corazón.

(A veces no entiendo mis sueños, no debo de comer tanto chocolate de noche ...)