Nada mejor que los ojos de un niño para descubrir la Semana Santa. A veces, ese niño ni siquiera está relacionado con ella y aún así, le gusta, entonces es cuando hay que facilitársela, nunca obligársela. Yo siempre fui una niña soñadora, llena de pajaritos, a la que desde muy pequeña le llamaba la atención la Semana Santa, pero tuve al mejor maestro para estas ocasiones. Cuando mi "capilleo" comenzaba a aflorar me hizo un pasito que aún conservo, bastante estropeado porque además de tener treinta y dos años, ha sido paseado por la carrera oficial de mi casa en infinidad de ocasiones, por capataces manuales más o menos delicados. Recuerdo a mi abuelo con el alambre, haciéndo el poyero, los varales, los candelabros de cola, con un librito de papel de fumar, la candelería, con las llamitas pintadas en rojo, el techo de palio, donde había una foto de la Virgen de Montserrat y bambalinas, hechas con restos de encaje de mi tía, el manto, un trozo de tela de raso con flores bordadas pegadas procedentes de otro lugar, los faldones, una cortina con pretensiones adamascadas y el armazón, una caja de puros. Lo mejor es la Virgen, él no iba a poner a otra, cuando había nacido en la calle Relator, recortó una postal y colocó la cara y las manos con una delicadeza increibles. Tenía un rosario en ellas, pero eso, se ha perdido lamentablemente, era una miniatura de rosario hecha por él con bolitas extraidas de algún collar. Mi abuelo era único.
Cuando veo el pasito, el cual conservo como un tesoro, me acuerdo de mis siete años y el sonido de mi abuelo tarareándome "Amarguras" cuando se acercaban estas fechas. Esa es la semilla de un cofrade, y todo lo demás, sobra.
Para Persa, y tantos como él, con todo el cariño del mundo.
Pues anda que no has tenido que disfrutar... que no se mueva un varal, las llamás más cortita...
ResponderEliminarAntonio
Lo único que no me ha gustado del post es la dedicatoria. Por lo demás... qué arte, pordió.
ResponderEliminarEsto sí es Semana Santa. No hay claves jeroglíficas ni criptogramas: es el regalo para un niño, directo sencillo, sentido. Esto sí lo guardamos 30 años. Los sudokus mueren con la página de pasatiempos del día siguiente.
Yo de mi abuelo guardo la vara que me hizo para salir de nazareno. Consiguió la galleta del escudo de una verja que retiraron de la hermandad y sacó la pértiga de uno de los barrotes de la cuna que dejé de usar.
Este Jueves Santo la volverá a llevar mi hijo.
Gracias, palomilla.
También era palomi
ResponderEliminarUn beso
Lo de la Virgen me parece de un ingenio superior.
ResponderEliminarYo también tuve pasito.
A mi me lo hicieron con una muñeca de mi hermana, que resultaba ser más grande que el paso entero.
Duró solo la primera chicotá, cuando en un "alarde costalero" lo saqué de la Iglesia (los bajos de una silla) y le hice lo que estaba acostumbrado a ver hacer cada Martes Santo: doblarle las patas.
El pasito, construido de la madera más débil, murió en ese instante.
Saludos Reyes y si no volvemos a hablar por aquí que tengas una feliz Semana Santa, sobre todo cuando te reflejes en los ojos de tu Amargura.
Estos regalos son los que no se compran con dinero y llenan e ilusionan más que todo el oro del mundo. ¡Grande tuvo que ser tu abuelo!
ResponderEliminarCuan especial es la Semana Santa de un niño y tan diferente de un adulto. Y a veces, es bueno recordar nuestra Semana Santa de infancia, para no olvidar de que existió.
ResponderEliminarImpresionante. Servidor también guarda un par de palios de manufactura infantil.
Un beso.