Vísperas

Hay un par de túnicas blancas que me esperan colgadas de la puerta del salón, y me estoy dejando ir, hay que coserle los botones forrados de terciopelo morado y los escudos. A la de Carlitos ha habido que bajarle cinco centímetros el dobladillo, me ha costado la vida quitarle la señal negra. Mi tía acabará teniendo razón cuando dice "como este niño siga así, cuando haga la comunión va a haber que comprarle un Emidio Tucci". A Jesús le he comprado unos zapatos negros muy modernos, este año estrena traje el Domingo de Ramos con una corbata verde como no podría ser de otra manera. No podré verlo, no querrá quedar conmigo para verle, excepcionalemente no vestido de futbolista. Algo haré, ese momento no me lo perdería por nada del mundo.
Cuando observo las túnicas, haciéndome a la idea de lo que me espera plancha y aguja en mano, aunque mi madre ya haya colaborado en buena parte, pienso en lo que me gustaría que llevasen en el pecho la cruz de malta, o un antifaz morado sin capa y con ancho esparto rodeando la cintura, pero ellos eligieron Pilatos y hay que respetarles. Al menos saben que el Domingo de Ramos sale la Amargura y que inevitablemente sus vidas están enlazadas a Ella, por su casa suelen cruzarse con sus ojos por todos lados.
La Amargura... , de Cuna a la gloria, un año más en tan sólo dos días.
Este don divino que no me hace engordar, llámese bicicleta o llámese no estar quieta ni un segundo, ha obligado a un ajuste importante de mi traje de mantilla, que al igual que toda cofradía, también llevo estrenos, unos pendientes y un broche de plata regalo de mi madre y un rosario de azbache que me he regalado a mí misma. Ya he llevado los tacones al zapatero para que les ponga tapas, que entre mi poca costumbre y la cera, puedo llevarme un disgusto, (algún día hablaré del zetapé del Polígono, tertulia cofrade de la Soleá, en la ventana de un piso bajo, como debe de ser). Ese día, vestida de mujer al cien por cien, volveré a mi Semana Santa catalana, como dice mi amigo "Sando", para encontrame por Gerona, arteria de mi particular pasión, con mis recuerdos, mis amigos, mis vivencias y mi semilla de cofrade. Seremos dos las mantillas liberadas, espero no ser eclipsada por la belleza de mi prima de igual manera que espero volver a los montaditos del Bar Dueñas, espero también que haga una excepción y ese día no emule a la Pantera Rosa, para que deje bien lejos su particular nube a cuestas.
Por lo demás, buscar a mi padre en unas manos que agarran una cruz muy cerquita del Señor, experimentar con mi nuevo objetivo fotográfico, volver al Tremendo casi a diario, la Macarena... pero de Ella, no puedo decir nada, sólo hay que verla asomar, pasar y alejarse.
En definitiva, que ya está aquí la Semana Santa de cada sevillano, ésa que cada uno vive de una manera personal y distinta. A todos, disfrutadla de la forma que sea, olvidadlo todo y vivir, que son siete días para estar en la gloria.