jueves, 9 de septiembre de 2010

Barras de bar, vertederos de amor

Me sorprendió que estando el diminuto bar lleno, hubiese un banco libre, pero me sorprendió una vez me había sentado, había abierto el periódico y ya tenía al camarero frente a mí con cara de "¿qué va a ser?". A mi lado había un hombre, el cual apartó su café para que me fuese más cómoda la lectura. Cuando lo miré para agradecerle el gesto, entendí porqué estaba vacío el asiento, pero reflexioné que era injusta por juzgar a esa persona solo por su aspecto físico, que por otro lado era desaliñado pero limpio, más parecía una persona triste y perdida que el borracho o drogadicto que todos veían. Le dí las gracias con una sonrisilla breve por el gesto de respetar mi espacio facilitándome el suyo y observé que era una persona absolutamente normal. Intentó darme conversación, entendió que no quería dársela y no me insistió más. Se limitó a tomar su café y a bajar la cabeza mientras la gente entraba al bar y se acomodaba por donde podía sin ocupar el banco que se había quedado libre a su izquierda. El camarero limpiaba sin cesar la parte de barra que le correspondía a él con más desconfianza que higiene y yo me estaba poniendo enferma de indignación.
Abonó su consumición, se despidió cordialmente del camarero desconfiado y su trapito, y me deseó unos buenos días que nadie de los del bar supo interpretar, mucho menos darme y me quedé con la amarga sensación de que a lo mejor, hubiese sido interesante haber intercambiado dos palabras con él, quizás yo sea también como el resto de los clientes del bar y no lo reconozca.

12 comentarios:

  1. Yo también he sentido eso muchas veces. Hay que mirarse, al menos, con la misma dureza con la que se le ha mirado a él.
    Saludos.

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  2. Buenas tardes querida DAMA, te hago este comentario con prisas, pues estoy liadillo.Durante algún tiempo tuve la costumbre de escuchar a todo el que me hablaba en un bar, y te dijo que es como una lotería, o te tocan las conversaciones más curiosas e ilustrativas que he tenido nunca, o te tocan el mayor plomo del siglo, aunque, de verdad, a veces merece la pena.
    Besos.

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  3. Hola Dama, esa sensación, creo que, casi tod@s la hemos tenido alguna vez, pero no hay que arrepentirse ní sentirse mal, en la rueda de los roles estamos subidos todos. Saludos.

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  4. Haberlo mandao pa la taberna, chiquilla. Seguro que el Letri, el Dientoro o el Manteca lo hubieran invitado a palique y aguardiente con esa generosidad con la que el fracaso obsequia a los perdedores.

    Besos autocríticos

    P.S.: Magnífica entrada, querida Dama. Directa al hígado.

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  5. Es algo a lo que habitualmente estamos acostumbrados (erróneamente por supuesto), a juzgar a los demás por su apariencia física o por la primera impresión que nos dan.
    Un gran egoísmo por nuestra parte, o tal vez prepotencia. ¿Nos hemos parado a pensar que tal vez otros piensen lo mismo de nosotros?.

    Muy buen texto. Para pensar.

    Besos

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  6. Muchas veces las personas con más cosas que decir, son las que menos nos esperamos, pero vivimos en la sociedad de la imagen y la pose esquivando los guiños de los sentimientos.

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  7. Si hubiese mirado bien antes de sentarse, no lo habría hecho. Sí, es usted (y yo) como los demás.

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  8. A veces la desconfianza y las apariencias nos hacen juzgar precipitadamente, Es muy interesante esta entrada.

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  9. Todos tenéis razón, mucha razón, sobre todo Manuel, pero el anónimo me ha dejado pensativa.
    Una vez salí con alguien que lo que más le gustaba era darle conversación a los marginales y los borrachos, yo le criticaba, pero ahora veo en su intención un gesto de buena voluntad y de grandeza humana que no he vuelto a ver en nadie, aunque él era como nadie he conocido, que todo hay que decirlo.
    Olga, bienvenida a este tu salón.

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  10. Querida Dama, la próxima vez que coincidamos en un bar, tenga usted la bonda de saludarme. Yo la invitaré a lo que usted quiera y le contaré mi triste vida y las alegrías que me depara el futuro.
    Que conste que a la próxima te toca a tí invitarme donde tu digas.

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  11. Por lo menos te mantuviste en tu sitio. Los hay que discretamente se retiran.
    Si hubiese habido mal olor te hubiese dado la excusa perfecta para la retirada y estaría casi justificada.
    El solo hecho de mantenerte en la barra aunque no mantuvieras conversación es un verdadero gesto de amor.
    Igual si es un hombre apuesto y atractivo tampoco le sigues la conversación. ¿Has pensado en ello?
    ¿Cuántas veces han llamado a tu puerta, has mirado por la mirilla y no la has abierto? Pues igual.
    En las relaciones siempre se prejuzga, es algo natural, no conocemos a la persona que está al otro lado y a veces con un ¡no gracias! basta.
    Lo que sí que no se puede perder, eso sí que no, es la educación.
    Así que apruebas con nota = 9.

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  12. A mí me pasó algo parecido un día en el 32 desde la Encarnación a mi casa. El típico yonki con guitarra en mano, pero limpio y con un cuaderno se sentó detrás mía. Acabamos hablando de muchas cosas y lo que dibijó en su cuaderno durante mi trayecto no sólo fue sorprendente sino precioso. Tenía modales, era educado, pero su desgracia le llevó a verse así. Nunca olvidaré aquel día.

    Muy buena entrada. Un beso.

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