-¿Es la Credence".
El señor no me contesta, pienso que no me ha oído cuando caigo en la cuenta de que está escribiendo en un papel ..."Sí". Está operado de la garganta, qué apuro, qué curioso, un encargado de estanco operado de la garganta. Cuando salgo del local con las ganas de haber mantenido una buena charla musical, me doy de bruces con el eterno punki y su litrona, ruego a las flores que oculten mi visión, espero que no me vea, ya que es imposible reducir la conversación con él o al menos, hacerla interesante. Cerca del punto de encuentro me cierran el paso dos señores que cargan una barra llena de trajes de comunión, horror, y tras tomar un agradable café, como siempre, entre libros y música de Triana, regreso a mi bici. Esta vez no me cruzo con los señores y los trajes de Comunión, es Pintinho quien me sale al paso. Curioso. Libero mi bici, me despido de Doña Sofía y cuando llego a mi casa, pongo a la Credence, ya que me había dejado el gusanillo el señor de las gafas, bigote y limpia cristales, y curiosamente a mi amigo Julio, le ha dado precisamente esta mañana, por recordar a la Credence y por sugerir aires tarifeños de libertad en una furgoneta Caravelle...
Un comienzo de mañana muy movidito,y además placentero con la Loren y los Credence. Eran mis ídolos.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya quisiera yo tener el valor de Sofía Loren para buscar a Marcello a Rusia.
ResponderEliminarO el de mandarlo de regreso cuando va a buscarla a Italia, no sé cuándo de las dos veces es más valiente.
ResponderEliminarCreo que mejor no veo la película, es mejor pasar un fin de semana lluvioso ante una tortilla anti depresiva, eso sí, de veinte huevos.