viernes, 15 de junio de 2012

Olas de crazy diamons



Miraba la puesta de sol en aquel lugar a donde suelo acudir cuando más lo necesito, y pensaba que una se encuentra con una misma donde no se imagina, y que es feliz con lo más insignificante mientras nos empeñamos en encontrar esa felicidad en imposibles.
Ese lugar mágico, parecido a un paseo marítimo sobre olas de barbecho, silencioso, inmenso, lleno de los colores y los sonidos que te regala el campo, es ese rincón secreto a donde acudo cuando quiero desparecer, pensar y por qué no, llorar a gusto. Pocas veces voy, aunque últimamente se hace casi necesario. La desembocadura del Guadalquivir me regala otro tipo de aislamiento, más de soledad literaria, de pensamientos a la orilla del mar, de paseos eternos en compañía de la marea baja llenando de diamantes la quietud del mar, que dirían Manolo y Quimi, y puestas de sol entre olas de barras de arena y pinares de Doñana.
Ahora, escuchando a Pink Floyd mientras describo lo que significan estos aislamientos de mente, alma y espíritu, caigo en la cuenta de que este disco al que siempre recurro, que siempre escucho cuando por dentro no andan bien las cosas, también consigue ese efecto. También me esconde de todo y de todos, me proporciona paz, felicidad y algo de tranquilidad en esta montaña rusa que hay dentro de mi y aunque no me permite sentarme con los pies colgando para contemplar atardeceres sobre olas de diamante o de colores al óleo, me permite seguir brillando como un diamante loco aunque solo sea el tiempo que dure el disco.
También escuchar a Pink Floyd me proporciona atardeceres con olas musicales. También me ayuda a sobrevivir.
(Para Vane, que tanto me comprende)

1 comentario:

  1. Que nos va quedando... las pequeñas pero impagables cosas, que siempre nos quedo en el disco duro del subconsciente.
    Espero que no nos lo reseten.

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