lunes, 8 de abril de 2013

Casuísticas

Siempre he creído mucho en la casualidad. En la intuición. Y siempre me sorprendo un poco más cada vez que obedezco las irracionales indicaciones de mi corazón, sus señales de alerta. Pero otras ocurren cosas que así lo condicionan.
Si aquella mañana no hubiese llovido, habría ido en bici a mi destino, y si en vez de ir en bus, como era mi intención, no me hubiese decidido a dar un paseo bajo la lluvia al no tener saldo en el bonobús ni encontrase el bonobús, no habría ocurrido un encuentro fortuito que me alegró la mañana.
Caminé bajo el paraguas por una ruta que no es la habitual de mis viernes. Incluso en eso fue diferente. Cambié la calle de siempre de esas calles de siempre que uso cuando camino, por un motivo que aún desconozco. Calle por la cual transitaba mi tía quien me saludó desde el autobús.
Y había quedado en el centro a una hora que se había retrasado porque quien me esperaba, mi amiga que vive pegada a su móvil, comunicaba constántemente y porque antes de salir de casa, observé que mi pájaro no tenía agua. También me encontré a mi vecina, quien me entretuvo el tiempo necesario para que llegase a tiempo a mi casuística con una historia nada interesante.
Todavía me sorprendo cuando pienso que por el otro lado, el suyo, también se cambiase su rutina laboral de cada día por otro giro del destino. Eso me comentaba mientras ambos, no salíamos de nuestro asombro al vernos y además, bajo un naranjo que bajo la lluvia, olía de maravilla a azahar. Otra cosa inexplicable. Para él también era extraño encontrarse en ese momento y ahí, pero hubo de sustituir a un compañero que había enfermado. Otra casualidad.
La verdad es que a la misma hora del mismo día y en una calle extraña y poco habitual nos volvimos a ver no una tarde de sábado, como canta Amaral, que también ocurrió en su momento, y fue cuando supe que nuestra amistad está siempre a prueba de casuísticas, para mayor aliciente de la misma.

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