domingo, 12 de mayo de 2013

La maravillosa catarsis de escribir para desconocidos




Ya estoy cómoda dentro de la palabra "escritora". Al principio me quedaba grande, y me resultaba exagerada, pero la verdad es que, tras tantas experiencias maravillosas con lectores y algunas otras desagradables con el querido anónimo, a quien desde aquí, le envío mi más cordial saludo, ya cada vez me siento más ubicada dentro de ella. Elogios y críticas, todo lo que necesita quien usa la palabra y osa meterse dentro de ella para expresar sus sentimientos y que quien los reciba, los muestre libre y sin cortapisas.

Acaba de terminar la feria del libro y me llevo un buen ramillete de vivencias, más para ese cajón que tengo en mi corazón donde guardo tantas experiencias vividas con los lectores. En "El Juego del Hombre Invisible" descubrí a un público muy solidario con Elvira; hubo quien me mandó una foto desde su azotea mientras apuraba las últimas hojas y que se convirtió en el encabezado de mi facebook. Ninguna imagen me define mejor, a Elvira o a Reyes.
Lectores que han descubierto a Triana o a Benedetti, amigos que se han convertido en lectores y lectores que se han convertido en amigos, y los que han compartido el "Manquepierda" como la mejor filosofía de vida para conseguir los sueños o lo que cada uno se propone como el mejor pago al trabajo hecho.
Estos momentos de coincidir con los lectores en las firmas o en las presentaciones, mirarles a los ojos y que te cuenten lo que esperan leer o mejor todavía, lo que han leído, no tiene comparación a nada. Es la recompensa que trae la tranquilidad del deber bien hecho, que no es otra que haber sabido transmitir tu sentimiento, verde, blanco o invisible. Es algo fascinante.
Le dedicas los ejemplares con casi prólogos, porque gusta indagar en el dedicado, y te acuerdas de aquella frase de "la maravillosa catarsis de escribir para desconocidos", que cambió tu vida el día que la oíste y que aún, sigue removiendo las fosas tectónicas de Elvira, o de Reyes, o de aquella niña de cuarenta y tres años ya que le temblaba la mano cada vez que le pedía un autógrafo a Gordillo.
Ser escritora es un regalo de la vida, lo más parecido a la libertad que conozco y a la pura felicidad personal, fruto de mi eterna fe en el Manquepierda y que la catarsis que traía Sinatra vestido de hombre invisible, todo un Buendía de hoy en día, le pusieron en bandeja. Pero lo mejor de todo, es compartir con tus lectores, eso no tiene precio, eso es, repito, el inmenso placer que produce "la maravillosa catarsis de escribir para desconocidos".

Gracias a todos.

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