jueves, 26 de diciembre de 2013

Balance

Llegó la hora de hacer balance de este año que, como me imaginaba, al acabar en 3, iba a venir con la etiqueta de "especial", y en realidad, así ha sido en cierta manera.
En lo laboral, bien, en la salud, mejor, y en lo deportivo, mejor olvidar. A estas alturas del almanaque aún recuerdo con dolor, esas derrotas en campo rival y esa manera de no sentir el escudo los que salen al césped, pero aparte de ello, ese escudo me ha traído la posibilidad de unirme a la horma de mi zapato y con ella, luchar por hacer Más Betis culturalmente hablando.
Firmé muchos Manquepierdas, conocí a muchos lectores y disfruté del maravilloso placer de escribir para desconocidos. Me quedé encerrada en el ascensor los veinte minutos más largos de mi vida y recuperé a mi amigo Carre, a quien pensé que jamás volvería a escuchar contarme un chiste. Tarifa me regalaba una foto, Jimena un acercamiento y Cádiz, brillo en los ojos, así como Madrid, quien me reservaba un sueño que dejará de ser sueño alguna vez, inevitablemente, pero el cual, vivo con pasión, como todo en mi vida.
Triana sigue poniendo música a la banda sonora de mi vida y a veces canturreo por mis adentros secretos... "un río dorado sus ojos son".
Me abrí una cuenta de twitter cuando jamás me la pensaba abrir, dando razón a mis famosos "nuncas y jamases" y a ella, le debo el haber conocido a tuiteros maravillosos. Algunos, ya son amigos que regalan bombones y te convidan a chicharrones entre cafés de plata y miradas de diamante.
Tengo solo tres amigos y dos millones de conocidos, pero esos tres amigos caben dentro de esa palabra como quien entra en un traje a medida. Algunos me deben millones de gorriones de manzanilla, pero al menos, la complicidad no nos abandona, como electroimanes de palabras que somos.
Oí la guitarra de Mark Knopfler una noche de verano pocos días después de ponerle dos cuatros a mis años, y después... todo comenzó a surgir como un sueño. De nuevo Triana llegaba a mi vida cambiándolo todo, como la perplejidad, que se tatuaba en mi corazón. Ahí permanece, recorriendo la telegraph road y escondiéndose a veces, tras la cara oculta de la luna, esa luna que recorre la Vega de Carmona.
Gracias a la escritura conocí a muchos que como yo, son felices uniendo sentimientos por escrito. De ellos aprendí como con nadie que hay que escribir cada día. Escribí, escribo y escribiré. Este rincón de sevillano nombre me sigue dando la vida, y todo lo que observo, me sigue ofreciendo el placer de plasmarlo letra a letra. Leí con devoción, tomé café con Nano de Jerez y José de la Tomasa, y le estropeé un videoclip a Medina Azahara. Me robaron mi bici de mi alma la cual fue sustituida sin piedad, por otra más joven y bella. Conté atardeceres sanluqueños paseando por la orilla donde muere el Guadalquivir y escuché la triste melodía de la lluvia en Semana Santa, dejándome sin Amargura pero con Macarena y mantilla de Jueves Santo.
San Sebastián me tenía guardada una noche inolvidable y una luminosa mañana por la playa de la Concha y el blues, otra noche mágica que jamás debería haber terminado, donde supe cómo sonaba mi pasión.
Ya no me despierta Mozart por las mañanas, lo hace el sonido de un pájaro que me llena de mariposas el estómago y el cual, me acompaña constantemente, y que a mi pájaro, al cual sigo queriendo con locura, no le hace ninguna gracia.
Las ondas de la radio me siguen haciendo tremendamente feliz letrasonoramente hablando y fiel a mis propósitos de fin de año, no cumplí el de arreglarme más, aunque me suba a los tacones más a menudo y de vez en cuando, con toda la satisfacción del mundo, claro que si, me lleve ojos ajenos en mi espalda.
Al menos decidí dejarme el pelo largo, para satisfacción de mis horquillas que nunca tenían nada que hacer, como homenaje a mi Janis Joplin, quien tendrá que darme el norte para mi ansiada libertad, tanto capilar como azoteística.
Dí un paso de gigante y me fui a Dublín con mis hermanas para cumplir el sueño de ver la costa irlandesa con esas playas donde se bañan los personajes de mi incansable imaginación. Leí el "Magnolio" de Cernuda bajo el "Magnolio" de Cernuda y estrené traje de flamenca de un color que de sobra sabía que no me iba a gustar, como no me gustaba la feria. Gustaba; que es pasado.
Besé sus labios con pasión, dibujé, pisé las calles agarrada de su mano, escuché la música que me gusta con la satisfacción de siempre, escribí muchas chominadas en mi cuaderno de escribir chominadas que va siempre conmigo en mi bolso que jamás se vacía y una senegalesa me regaló una pulsera, otra más, por invitarla a una fanta, la cual, me ha traído muy buena suerte.
Buceé en sus ojos, abracé a mis amigos, me regalaron canciones, reí como no quiero dejar de hacerlo nunca, he contado hasta diez, y hasta veinte, infinidad de veces, y otras veces, muchas, muchísimas, me he parado en los arcenes a llorar. Otras a escuchar una canción con los cinco sentidos pese a llegar después tarde al trabajo.
Quiero días de veintiseis horas y apenas duermo. Me siento viva, mis hijos crecen y yo envejezco dignamente mientras sueño, pedaleo y observo. Mi padre me sigue pareciendo el hombre más especial sobre la tierra y me decepcionaron muchas personas las cuales, ni recuerdo su nombre.
Ahora toca poner "Maneras de Vivir", la canción de Rosendo que siempre me acompaña mientras escribo mi balance de cada año, y después, prepararme para hacer propósitos, pero eso, será más adelante.

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