domingo, 9 de febrero de 2014

La música de mi misma

Desde aquella tarde que recién llegada del colegio, en la radio en la que habitualmente sonaba a esas horas la voz de Elena Francis, escuché "En el lago" de Triana, supe que algo, se había arraigado en mi corazón, sin posibilidad alguna de erradicación. Una punzada fuerte sobre lo que aún no consigo identificar y que con el tiempo, ha ido ramificándose haciendo de aquella punzada y de aquella tarde de mis ocho o diez años, los cimientos de lo que ahora es, una pasión con mayúsculas. La música de mi misma.
Mi primo, cinco años mayor que yo, llegaba a mi casa en su bici con los radios de las ruedas llenos de trozos de tubos naranjas del gas, vasilando, con su pedazo de bigote adolescente, de walkmans con auriculares de esponjas naranjas con casette pirata de gasolinera, de Triana. Ahí me rendí. Desde ese día empecé a interesarme por ese trio de genios que con sus canciones, me elevaban, me liberaban y sobre todo, me hacían muy feliz. Ese casette lo conservo como una joya.
Todo lo que cantaron, lo tengo, en audio o video, en vinilo, casette, mp3, móvil o fijo. Me despierta cada mañana el sonido de los pájaros con "Todo es de Color", cuando me llaman al móvil suenan los inconfundibles sones de "una noche de amor desesperada" y mi hijo, se llama Jesús. Huelga decir por qué. Incluso hay gente que me relaciona con ellos, para mayor orgullo.
Escribí mi primera novela con ellos como hilo conductor entre el invisible y la visible, y por ellos, conocí a personas que hablábamos el mismo idioma; los trianeros que luchamos porque no se apague la luz de la vela, que no se nublen las luminosas mañanas y que la guitarra a la mañana siga hablándole de libertad. Que sigamos parando la vida con nuestras manos y que el Señor Troncoso siga vivo en nuestros particulares Pozo Santos.
Ahora, de nuevo, Triana me facilita la tarea de ser más yo y de escribir, presa de una inmensa felicidad, una nueva historia donde su entorno, tiene mucho que decir al respecto. Y además, sigue ayudándome a ser libre. A veces, en mi coche, suena a toda voz "Una historia", "Rumor" o "Recuerdos de una noche" y me pongo a llorar de pura felicidad, subiendo el volumen, las ventanillas y alargando el camino en busca de mi propia paz y mis alas; otras en cambio, me paro en un arcén y escucho a Jesús de la Rosa salirse de él mismo cantando "Un extraño más".
Les escucho en mi Macondo, porque es la banda sonora de ese lugar, mientras paseo por la orilla de la playa o veo el sol esconderse entre la barra del horizonte sanluqueño
Triana me suena por la sangre. Su música me corre por las venas y con nadie, siento lo que siento con ellos. Y hoy, una noche de febrero cualquiera, yo he tenido la suerte de transmitirlo. He tenido la inmensa suerte de compartir esta luz que todos llevamos dentro con alguien que también, se ramifica en los cimientos de mi misma.
Y ha salido esta declaración de amor trianera, y pasional. Y muy mia. Y de nuevo, con música de Triana.

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