Nada mejor que los ojos de un niño para descubrir la Semana
Santa. Yo siempre fui una niña soñadora,
llena de pajaritos, a la que desde muy pequeña le llamaba la atención la Semana
Santa. Mi abuelo, que tiene mucha culpa de que yo sea como soy, me hizo un
pasito que aún conservo, el cual, tras treinta y siete años encima, y alguna
carrera oficial de mi casa, ya está muy estropeado, pero para mi es una joya. Recuerdo
a mi abuelo con el alambre, preparando los varales, los candelabros de cola,
con un librito de papel de fumar haciendo la candelería, con las llamitas
pintadas en rojo. El techo de palio con una foto de la Virgen de Montserrat y las
bambalinas, de restos de encaje de mi tía. El manto, un trozo de tela de raso
con flores bordadas pegadas procedentes de otro lugar, los faldones, retales de una cortina y el
armazón, una caja de puros. Y la Virgen, una Macarena procedente de una postal.
Él no iba a poner a otra habiendo nacido en la calle Parras. Mi abuelo era
único.
Cada semana santa me acuerdo del pasito, y lo miro, y vuelvo
a ser la de los ocho años que le observaba pintando la candelería y tarareándome
"Amarguras", y creo que desde entonces, soy cofrade. Luego llegaron
el buscar las manos de mi padre cada viernes Santo en el Gran Poder, ese
espacio entre el capataz y el paso, esa “Macarena” de Cebrián, ese paso de
palio alejándose a los sones de “Virgen de las Aguas”, todo eso además, me hizo
cofrade.
Después llegó mi primo Fali, con quien tengo un vínculo muy
especial. Nos separan cinco años y nos une una Hermandad, él quiso que yo
viviese lo que él vivía y por él, llegué a conocer una cofradía por dentro desde la ojiva de Santa Catalina. Junto a él, también,
descubrí la mirada que a ambos, nos cautivó un Domingo de Ramos desde la
esquina de Cortefiel. Amargura en su trasera, siempre.
Mi primo vivía en una azotea donde la Santa que coronaba la
iglesia me parecía una diosa, y en esos cordeles se tendió al sol de las
luminosas mañanas la Reyes que ahora, sueña con volver alguna vez a asomarse en
una de ellas. Mi primo se fue del barrio, pero nunca dejó de irse, y con él, me
llevó a mí. Los niños que jugaban con él por San Pedro, por los Terceros, se
convirtieron en mis amigos y ahora, son la cofradía que también me ha hecho
cofrade, junto a los cuales, he vivido unas experiencias únicas e inolvidables.
Recuerdo los ensayos de costaleros, las mudás, y aquellos
claveles que se regalan envueltos en costales. Esas amistades de tantísimos
años bajo las trabajaderas que ahora, mandan en los martillos y que a mi, me
llenan de orgullo. Gente bajo los palos que se convierten en amigos sinceros.
Mi cofradía es pequeña, no muy numerosa, pero es mi cofradía;
romántica, llena de historia, y sobre todo, la que me hizo cofrade. Después está
mi calle Feria, la Amargura. Ella son mis raíces, mi pasión, mi debilidad. Y
después, después de todo… está Ella.
Está la Macarena.
No son malos pilares para la Fe y la sevillanía los tuyos amiga Reyes, te deseo que disfrutes esta Semana Santa, que ya tocamos con la punta de los dedos, con la ilusión y el entusiasmo de esa niña que llevas dentro.Un beso y un fuerte abrazo de tu amigo
ResponderEliminarEspero que tu Semana Santa fuese tan emocionante como estas letras que has ordenado para tus lectores...
ResponderEliminarUn beso desde Granada
ELLA SIEMPRE ESTA. DE VERDE, DE ROJO, DE AZUL GRISACEO DE MANTO DE BORDADOS IMPOSIBLES. DE LAGRIMAS ETERNAS. SIEMPRE RONDANDONOS PARA RECORDANOS LO QUE FUIMOS...
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