lunes, 27 de octubre de 2014

Homotecia Verdiblanca


Esta noche soñé que llegaba a una casa en el centro de Sevilla, de cualquier calle, daba lo mismo, porque el callejero de mis sueños siempre tiene la misma nomenclatura. Era mi casa, y se accedía a ella por un arco romano, cosa rara, que daba paso a un jardín lleno de árboles, de esos árboles de hojas que juegan con el contraluz y que tanto me gustan porque a veces, me hablan. La casa era una casa sevillana, exactamente igual a una en la cual me colé hace poco, y de la cual aún no he conseguido bajar de su azotea.
Esa casa soñada tenía el encanto precisamente ahí, en su azotea, y también su irrealidad fantástica; por la derecha se veía Sanlúcar, con la barra al fondo y el ocaso del Guadalquivir, y por la izquierda, la linterna de la iglesia de Santa Catalina, con la Santa que de niña, me convirtió en la gatuna que soy
No recuerdo si había macetas, solo recuerdo que había cordeles con sábanas, y que desde mi sueño, pude olerlas exactamente igual que cuando era niña, subía con mi madre a la azotea a tender, corría y pegaba la cara a las sábanas aspirando fuerte el olor a limpio y disfrutando de la inimitable sensación de frescor en la cara.
Sí había cordeles, con alfileres verdiblancos. para tender ilusiones bajo el sol de muchas luminosas mañanas, canciones imprescindibles y sueños de todos los tamaños, que casi siempre, se esfuman al despertar, como el de esa casa de azotea gaditano hispalense.
Fue un arquitecto con quien compartí nestea, acuarius y disertación bética antes de ganar por fin de arbitrarias maneras, quien me dijo poseer las herramientas posibles para hacerlo realidad. Y mientras busco financiación para dicha ilusionante propuesta, me pasaré la vida releyendo el juego de palabras que me regaló, para hacer liviano el tiempo.
Un juego de palabras que no sería mala idea ponerlo en el buzón de mi villa imaginaria; "Homotecia verdiblanca"

(Para Sergio, por los halagadores papeles perdidos y sus herramientas, para Iván, por acercarme al sueño de la más real de las maneras, y para A. Morales, a quien le gustó la conclusión metafórica tanto como a mi.)

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