sábado, 17 de enero de 2015

Blue World

Desde aquellas sábanas arrugadas y cansadas, escuchaba, como en una ensoñación, a lo lejos, una canción de los Moody Blues que hablaba de un mundo azul. Miraba el cuadro del frente, preguntándose de dónde saldría aquella música mientras reparaba en el significado de la lámina, un abstracto modernista como lo era el resto de aquella habitación de hotel de paredes de madera y blancura inmaculada con pretensiones modernistas. La lámpara de la pared, una media esfera de cristal mate, permanecía estática y ajena a todo, al igual que una mesa, una silla, un televisor, y unas cortinas color crema, pesadas, que dejaban a oscuras a la fuerza a una habitación que luchaba, con su luz propia exterior, por vencer la batalla que entre el dentro y el fuera, se libraba; tanto geográfico como  personal.
Pensaba que no debía estar ahí, pero que ahí estaba. Sus zapatos, las medias, el vestido, el abrigo, todo mal colocado por la prisa de la pasión, se lo recordaba. Su camisa, bien puesta sobre la silla, al igual que su pantalón, su corbata y su reloj, sobre el aparador, junto a su móvil, hacían lo contrario. Nada le parecía más erótico que observar sus cosas, sin su presencia, con la templanza del orden.
El sonido del agua de la ducha se confundía con la canción. Dio media vuelta en la cama, miró el reflejo de ella misma en el espejo del armario, y aún sabiendo que no era aquello un mundo azul, y que ella no debía estar allí, se sonrió sabiéndose afortunada por estar. Y eso, era suficiente.