sábado, 3 de enero de 2015

Vane


Vane sabe escuchar, y oír, y adivinarte el pensamiento cuando hablas de Miguel Hernández o Murakami, y rápidamente sabe qué música iría perfectamente en una conversación. Sabe que se habla de Pink Floyd o de Benedetti y sabe que hay que guardar respeto. Guarda silencio y escucha, quizás por deformación profesional, porque hubo un tiempo en que fuimos ambas, electroimanes de palabras, y pura sincronía músico literaria, de la que ahora solo nos queda la amistad. 
Montañas rusas, mujeres elegantes y ausencias que pesan como el plomo, y que son imperdonables. Ambas sabemos que estamos, pero ambas no estamos, y eso me causa una gran pena, porque pesan las circunstancias y la rutina, y a veces, solo nos queda el mensaje, un triste precio para alguien tan impagable. Y yo la echo de menos, porque a la gente válida, no se la debe dejar pasar, ni a la gente que como a mi, le aterran las modas, y los bolsos pequeños, y las pinturas de uñas. La seguridad que ofrece quien te conoce, quien conoce lo que se piensa, es vital en estos malos tiempos para la lírica. Eso es fundamental. La sinceridad con elegancia, la verdadera comunicación, en definitiva, la gente diferente que no se debe prescindir de ella, en estos tiempos que vamos a todos lados, ligeros de equipaje.
Vane es ligera, no tan pequeña, ni parece rellena de algodón pese a haber nacido en Moguer, pero tiene el alma romántica del moguereño universal, siempre levanta la vista mientras se habla de Auster, o de Drexler, o de Camarón, y es un placer comprobar que te topas con otros ojos que comparten tu misma emoción porque también han encontrado su propia tregua, y es cuando piensas que no son malos tiempos para la lírica, sino todo lo contrario. 
Todo esto viene porque me felicita el año nuevo tras yo felicitarte la navidad y caigo en la cuenta que no la veo desde octubre, y eso, no puede ser. Hay gente que deberíamos ver a diario, y disfrutar de ellas y de la magia que ofrece la sincronía de los que hablamos el mismo idioma. 
Pero en definitiva, me alegro porque me tranquiliza la justificación a esta ausencia, de la que no la culpo, of course, porque quizás ya no sea tan suya esa frase de El Último de la Fila. Quizás ya rompiera esas cadenas, porque en Córdoba se encargaron de echarle fuera las penas, amargas como la hiel.