sábado, 23 de julio de 2022

La prosa poética de Los Chichos


A mí me gustan Los Chichos, igual que Pink Floyd o igual que Serrat, soy musicalmente ambivalente pero para lo que quiero contar ese detalle es irrelevante. Yo tenía intención de asomarme por aquí para contar el surrealista encuentro que he tenido esta mañana con unos ejemplares de los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, un contenedor de basura y uno de esos hombres desdentados de mirada vacía que me reclamaba el derecho de pertenencia sin posibilidad alguna de negociación, ¿Quién dice que son malos tiempos para la lírica?. Me acordé de esos mismos hombres apoyados en las esquinas de mi barrio, que no se peleaban precisamente por un libro pero sí me dejaron en el alma una lista de canciones a las que nada más llegué a mi casa, di rienda suelta inevitablemente. Y mientras el amor pecador se apoderaba de mi, se me ocurrió compartir una de sus frases antológicas para ver hasta donde llegaba la onda expansiva del ilustre movimiento cani; la reacción ha sido la esperada, es para muchos, todo un signo de identidad. Que un profesor de Universidad los adule, es sinónimo de que Los Chichos han pasado por nuestras vidas dejando poso, que es de lo que se trata cuando hablamos de los genios. Estilismos únicos; pajarita y smoking, pantalón de pata ancha, camisa de anchos cuellos y pelos setentones ante una puesta en escena característica, pese a la desafortunada mención de la cancioncita de Estopa; una voz central flanqueada por dos torres poderosas, como piezas de ajedrez. Sus letras hoy día imposibles, hablaban de lo que se hablaba en aquella época, una especie de sexo, droga y rock and roll dentro del maletero de un Seat 127, un peine en el bolsillo y paquete de tabaco escondido en la manga de la camiseta, de unas mujeres tan insignificantes como imprescindibles a la vez que sufridas y de esas rejas de la cárcel que han hecho más por la libertad musical de mis oídos que nadie, pura prosa poética. 
Soy, orgullosamente, una niña de barrio que creció con Los Chichos. Me crié en una plazoleta del Polígono de San Pablo en los difíciles primeros ochenta, cuando la heroína hacía estragos y cuando tener unos Yumas, un Opel Kadett o una Puch Cobra era un nivel, Los que daban al play en aquellos radio casettes incómodos y pesados, no eran conscientes de que por ahí se escapaba la música más auténtica que marcó a toda una generación; "Yo seré tu caballero, tu serás la dama mía...", sonaba por el ovni, la tapia, el puesto de chucherías de Mariano o los bancos verdes, donde aquella mujer cruel se convirtió en pura alquimia; con los primeros compases retrocedo y me veo a mi misma aquel verano de 1981 de sequía y restricciones de agua. Y de tiempos difíciles, esta vez de covid, sin querer herir ni ofender a nadie porque lo hemos pasado muy mal, el mero hecho de oír a alguien decir "tengo fiebre" desataba en mi cabeza automáticamente la continuación, "estoy enamorado, de un amor prohibido, quisiera olvidarla". 
Un motivo más que agradecerle a Don Benito Pérez Galdós, quien me ha inspirado en parte este post, desencadenando una cascada de impresiones en Twitter que en definitiva certifican lo que dice un buen amigo; Los Chichos, son otro rollo.



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