martes, 24 de agosto de 2021

El maestro del balompié poliganero

Mi infancia son recuerdos de un patio con albero, parafraseando al poeta, de partidos de fútbol improvisados en la plazoleta, ese eje de mi corazón trazado entre la avenida de la Soleá, la fábrica de Cruzcampo, el Greco y el Oscus, con la portería en la tapia de la iglesia del Pilar donde los balonazos desesperaban al señor cura o lo que era peor, a su hermana, quien salía hecha una fiera perfectamente peinada,  algo que siempre me llamó la atención, dispuesta a quedarse con el balón.  A veces saltarse al colegio El Pilar o al San Pablo era la alternativa, para jugar en lo más parecido a un campo de verdad, que era lo suyo. Recuerdo un partido inolvidable, que organizaron y jugaron los de mi plazoleta y que se convirtió en todo un acontecimiento; un solteros contra casados que tenía reminiscencias de derbi con mucha gracia y más botellines. Se jugó una tarde de verano sobre aquel albero recalentado y baldeado, donde actualmente se levanta el Palacio de los Deportes San Pablo. Allí estaba el campo del Unidad, donde jugaban el Soleá, el San Pablo, o el Pilar, o mis amigos sin equipaciones de fútbol a la costumbre de hoy en día; aquel día jugaron con lo que tenían; sandalias, calcetines de hilo y bañadores. Ese campo y ese albero traen muchos recuerdos; todos los que me lean, con el paso del tiempo a sus espaldas, se habrán mirado los pies por si tenían los botines amarillos, el ir a verlos jugar es algo inevitablemente unido a mi adolescencia, a mi vida. Los vestuarios de aquel campo de la Unidad eran las puertas metálicas de un ascensor, con su ventana de cristal alargada; tenía su ambigú e incluso speaker, Joselito, que anunciaba a los comerciantes del barrio. Y allí fue donde conocí, donde conocimos, al Moreno, el alma mater del balompié poliganero, el maestro de fútbol de tantos de mis amigos los cuales crecieron con la deportividad, la amistad y la diversión unido a la solidaridad sin darse apenas cuenta. El hombre de la eterna sonrisa y la amabilidad se encargó de inculcarles dichos valores, una buena persona, entrañable y cariñosa que dejó media vida entre los banquillos del Unión deportiva Soleá y la otra media en los del San Pablo. Todos los del barrio guardamos un recuerdo del Moreno, con su pelo blanco peinado hacia atrás como un actor de cine, la sonrisa y la mano en el bolsillo trasero, sacando la cartera para mostrar un tesoro que conservaba plastificado; la fotografía de un jovencísimo Rafael Gordillo con el equipo que él entrenó y que enseñaba siempre, tanto a quien se lo pedía como a quien no, orgulloso de haberlo entrenado y en parte, descubierto, contribuyendo a moldear al futbolista sevillano más grande de todos los tiempos que llevó el nombre del Polígono cosido al vendaval de su zurda, unido a los valores de amistad y barrio, y curtido al albero de aquellos campos por donde Moreno, dejó tanta enseñanza y tanto corazón.

Hace días supe que nos había dejado, descanse en paz Moreno y allá donde esté, que el albero le sea leve.



6 comentarios:

  1. Reyes, que historia mas bonita y de sentimiento sobre una gran persona !

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  2. Bonitas palabras para una gran persona que forma parte de un Barrio con muchos sentimientos, Gracias Reyes tus palabras me han llevado a mi infancia y me he sentido muy feliz

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    1. Gracias, es lo que tiene el polígono, es barrio de barrios. Un abrazo!

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