La radio de las personas

Cierto es que soy absoluta y afortunadamente mujer de radio. Que todo lo que sé del mundo me lo cuentan las mismas voces siempre, y que quienes me conocen de siempre, saben que con el apellido Caro viene por añadidura, el encender la radio nada más has abierto los ojos por la mañana. Mis amaneceres son de desenrollar el cable del exprimidor antes de que Francino le de paso al comentario de cada día de José Ramón de la Morena y mis mediodías entre fogones con hora catorce. Lástima no poder oir la radio en el trabajo. Los que me conocen saben que no soy capaz de ver un partido de mi Betis si no es contado, también, y que si no llevo mi único auricular cuando voy por la calle parece que me falta algo, también es cierto.

El martes estuve como invitada de alguien que, aparte de reencontrarme con mi infancia, hecho que le agradeceré eternamente, me demostró que tras las voces de todos los días hay caras y tras las caras, personas. Cada persona que iba conociendo tenía una identidad y todos me demostraron que si la cadena que representan es la de más audiencia, tiene sus razones. Son personas y como tales, te tratan. Después, cuando llegó la hora de los micrófonos y se convocó a los oyentes a una nueva sesión de la cámara, me sentí a gusto, como en casa, porque sus voces no podían sonarme más familiares, Florencio, Salomón y como no, El Imi.

Gracias, Miguel Doña, por hacerlo posible, por volver a ver a mi madre mandándome a callar mientras subía la escalera y por sentir como cuando tenía pocos años ese sol cegador de la azotea que tanto sabe de una parte de mi familia. Gracias a Radio Sevilla por muchas cosas, por muchísimas cosas.