Música con mayúsculas

Tengo claro que yo no podría tocar en una orquesta, estaría llorando a cada momento. Llevé a mi madre y a mi hijo al concierto "¡Viva Sevilla...! que la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla daba en el teatro de la Maestranza y nada más Pedro Halffter inició el acto con Mozart y las bodas de Fígaro, ya estaba con las lágrimas a punto de caramelo. No lo entiendo, mis lágrimas son incontrolables y siempre suelen salir a delatarme, esté triste, feliz, emocionada o simplemente, contenta. Lloro de risa igual que de pena. La música me ha arrancado lágrimas que me han dejado aliviada porque es maravillosa oirla de esa manera y porque nunca la había oído con mayúsculas. Ha sido sensacional, y un placer relajarse de esa manera tras estresarme por llegar con el tiempo justo gracias a un taxista más parecido a Starky y Hutch que no cogió ni un solo semáforo en rojo desde Pio XII hasta la Torre del Oro ante el asombro de mi hijo. Pero sigamos con la Sinfónica. Después llegaron Rossini, Bizet, Falla ante los cuales tuve que sacar el paquete de pañuelos. Mi madre me dio el suyo porque en mi bolso hay de todo menos pañuelos de papel. Y menos mal que llevaba, porque escuchar la segunda parte, mucho más popular, con pasodobles interpretados de esa manera, trajo inevitablemente el recuerdo al taurino de mi abuelo y su eterno tarareo de "Vito". Ahí lloré con alivio, menos mal que después me esperaba la pre feria, la misma que no me gusta y en la cual he estado muy a gusto hasta las tantas, eso sí, con un escozor de ojos tremendo y el recuerdo de la maravillosa mañana de música con mayúsculas.