domingo, 29 de septiembre de 2013

Mis viernes

Mis viernes son especiales, no cabe duda, y nunca me he parado a describir uno. Este en cuestión lo describiré un sábado que ya es domingo, porque entre otras cosas, en mis viernes siempre suele pillarme ese toro que habitualmente me pilla los viernes.
Bajo con la bici por la calle Calatrava que ríase Indurain del Tourmalet. En el hierro donde siempre aparco y que nuestro alcalde aún ha respetado, una pareja de ingleses me pregunta por un autobús, confirmando mi hipótesis de que si hay alguien con duda en Sevilla, siempre estoy yo cerca para resolverlas o, dándole la razón a mi amigo Luis con aquello de c.d.m. En mi inglés botellero le indico dónde está la parada que necesitan y el relaxing cup cofee me lo tomo en la Plaza de San Lorenzo, donde cada viernes, me reúno con mi particular religiosidad. O mi superstición. O mi tradición.
Calle Cardenal Spínola abajo, empieza mi viernes y mi rosario de saludos; la primera, una vecina de mi madre, quien me alegra el día diciéndome ya no solo lo delgada y guapa que estoy, sino que daba gloria verme tan alegre y tan joven. "Siempre te estás riendo", me dice. Me conoce desde niña y se nota que la mujer, me aprecia.
Alberto es el siguiente, ya casi en la Gavidia. Con su pinta de playboy marbellí, polo hortera lleno de caballos y banderitas. Apenas le doy opción porque me incomoda, pero nos centramos en asuntos verdiblancos y salimos airosos de una conversación rutinaria que seguro a él, también le incomoda. El escaparate de las guitarras me recuerda a alguien, como el bar de aquel inolvidable verano de 1987. Ambos recuerdos me sueltan las mariposas interiores. Un albañil que perfora la carretera me saluda con efusión. Seguro que se equivoca de persona.
Llego a la librería, como siempre ocurre. Mi amigo Rafa me recomienda un título el cual adquiero, hablamos de Cernuda, del Betis y del calor, y con el último título de Héctor Abad Faciolince en el bolso, me dirijo a sacar las entradas de Vicente Amigo sabiendo de sobra que aún no están a la venta en taquilla, pero me apetece el paseo. Antes, me cruzo con una señora que canta por Rocío Jurado, un acordeonista que toca la "vie en rose", un cuarteto de cámara y un charro mejicano "de Triana", como así reza en su cartelito, que calla porque una manifestación ante un banco silencia al público que como yo, asiste a una escenificación fúnebre con los hipotecados como difuntos. Los policías también asisten, y uno de ellos también me silencia especialmente, pero eso es cosa de mujeres.
No quiero otro café, pero no le hago el feo a Fran, quien solo me ve en la arena de Sanlúcar o en Semana Santa, y me tomo uno cortito con él en San Buenaventura que no tiene nada de cortito. Vuelvo a pensar de qué conozco a ese camarero...
Con Lola en la esquina de la calle Dos de Mayo, intentamos dar explicación científica al gol que falló Molina en el minuto 89, y una señora, la cual vuelve a dar confirmación a mi conexión duda-Reyes, me pregunta por la Avenida de la Constitución. Yo le contesto, "Tras liarse el dos de mayo se llegó al final a la constitución", y nos reímos las tres.
Acabé comprándome un cuaderno, otro más, y ya que en el Maestranza Vicente Amigo aún no tenía las entradas a la venta, y aprovechando la cercanía del río, allí acabé sentada uno de mis diferentes viernes escuchando su "Roma" pensando que me harán falta unas buenas botas para ir Dublín. Pero eso será el viernes que viene.

2 comentarios:

  1. Me gustan tus viernes, hermanita. Aprovecharé que mañana y pasado libro e intentaré emularte... Eso sí, sin vecinas por la calle que me paren y me digan lo delgado y guapo que estoy...

    Un besote!!

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  2. Me gustan tus viernes, hermanita. Aprovecharé que mañana y pasado libro e intentaré emularte... Eso sí, sin vecinas por la calle que me paren y me digan lo delgado y guapo que estoy...

    Un besote!!

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