domingo, 7 de diciembre de 2014

La amiga sin serlo

Rosario es mi amiga sin serlo. La conozco por ser la ex de alguien que no viene al caso, que la dejó sin nada que reprocharle, salvo su sinceridad cruel al reconocerle que ya no la quería, porque quería a otra. A veces, muy a veces, coincido con ella en asuntos comunes y siempre va vestida por encima de sus posibilidades, con vestidos ridículos para su edad, que es la mía, embutida en Bershka sin que su cuerpo lo admita, como no lo admite el mío. Es mucho más guapa de lo que intenta aparentar tras tantísimo maquillaje, el cual no disimula el despecho que lleva en la mirada; el síndrome absurdo de mujer abandonada, como ella a si mismo lo llama, y que despierta todas mis bestias internas cuando se lo escucho. Se dedica a atiborrar su facebook de fotos de noches absurdas, entre gente falsamente divertida, amigos de pasear cubata y compartir risas vacías. Lo hace para después exhibirlo cuando está todavía caliente, en la red de turno, a unas horas de la noche que quizás lo que le apetezca de verdad, sea tirarse en el sofá a ver la tele acariciando su perro y porqué no, con un buen gintonic doméstico.
Rosario me dijo, en una de esas veces que coincidimos, que aún quería a su ex, y yo le pregunté el por qué; que cuales eran las causas para que siguiese manteniendo ese utópico e innecesario amor. Ella me salió por la tangente incapaz de sostener esa mirada de mujer abandonada, y cobarde, y yo, no insistí. Hay veces que debes asumir que hay mujeres que jamás podrán ser independientes.
La última foto que le he visto, hace escasos quince minutos, me ha inspirado esta entrada y me ha recordado a Bette Davis en aquella maravillosa película "¿Qué fue de Baby Jane?". El escenario es el de siempre, foto de grupo, copas, luces de discoteca alardeando de un escote que resulta grotesco, acompañada de unas amigas también grotescas, de lentejuelas, peinados a lo CC Catch y uñas pintadas con maripositas,  y por supuesto, todas riéndose a la cámara copa de balón en mano, con el consabido comentario que nadie se cree; "qué bien lo estamos pasando".
No hace falta adivinar que Rosario no es feliz, por mucha exhibición pública e irreal de su falsa felicidad de cartón piedra que haga, de discoteca y escaparate de red social, con la única finalidad de que su ex vea que ella, también superó su duelo y rehizo su no vida. Y nada más lejos de la realidad. Si ella supiera que debería hacer todo lo contrario..., pero quizás por eso Rosario sea mi amiga sin serlo.