Esta persona decidió dar un cambio a su vida, harto de mediocridad laboral y de poco reconocimiento a unas edades en las que ya se viene de vuelta de todo, asumiendo un riesgo importante. Y con esas decidió prepararse unas oposiciones a pesar de trabajar siete horas en un cansino turno de tarde, a veces de mañana, a veces fines de semana y a veces, festivos, y atender a su familia, llevar su vida, su casa y dedicar el escaso tiempo libre de que disponía, a la magna Constitución Española.
"Al no tener responsabilidad, te dejaste llevar por la flojera y la comodidad" argumenta su formador abanderando una educación exquisita, usando una vía tan infantil como el chat, sin molestarse en preguntarle cuales eran los motivos verdaderos de su abandono físico, que no mental, en las clases presenciales. Una oportuna enfermedad, la falta de tiempo, el no poder conciliar horario laboral en un momento concreto y también, el desencanto de la metodología empleada en clase, caótica, unida a su voz chirriante con modales de patio de colegio, dieron por finalizada su formación cometiendo el error, de no avisar que dejaba la asistencia, que no la carrera de fondo. Seguramente poner un escrito a modo de justificante con la firma de su padre y compulsada hubiese sido lo más correcto, ya que lo más coherente no ocurrió, el que por parte de la maravillosa academia que anuncia a los cuatro vientos las ventajas de ser funcionario, la oportunidad única que te brinda el destino, y lo fácil que es conseguirlo con ellos, también hubiesen mostrado algo de interés humano, y no meramente el perder el cobro de una mensualidad o el "calentar una silla que cualquier persona opositora está deseando ocupar como por suerte ha ocurrido, con una persona responsable, trabajadora y capaz de responder a esta importante oportunidad laboral, cultural y humana que te brinda la vida..."
Particularmente, no doy crédito a lo que escucho. Para algunos, los toros se ven muy
bien desde la barrera de la Administración Pública. Cuando lo tienes todo, días de asuntos propios, vacaciones, estabilidad, ayuda en gafas, médicos y una cómoda y elitista vida de funcionario público, no se aprecia
que hay otra vida, menos segura y sobre todo, más dura, donde el poder cambiarla resulta a veces, una utopía. Posiblemente haya empleado un arduo esfuerzo en conseguir esa plaza, pero la diferencia es abismal entre algunos funcionarios, más si además forma a
quienes sueñan con llegar a serlo; la empatía con los alumnos es fundamental, y no
la soberbia. Más ponerse en el lugar de los mortales que deciden cambiar su
futuro laboral o en los motivos de aquellos que dejan las clases sin decir esta boca es mía, sean por los motivos que sean sin meterse en la educación o en el tamaño de suela tiene cada uno.
Animo a mi amigo a seguir, ya que conociéndolo, sabrá llegar a la meta por méritos propios, como todo lo que siempre ha hecho en su vida y por lo que se le caracteriza, y a su formador, respeto y libertad, que es algo muy constitucional, y menos
mirar con la ceja levantada desde encima del caballo, algo que es muy vox populi últimamente…
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