sábado, 10 de abril de 2021

El pluriempleo


De las cosas más ciertas que he escuchado, fue a alguien decir en la radio, que la felicidad radica en trabajar en lo que te gusta, y no puede haber verdad más grande. Afortunadamente tengo mi trabajo, que ni me gusta, ni me hace mejor ni me hace feliz, pero me paga las facturas y en estos tiempos que corren, prometo estarle agradecido, que diría el gran Rosendo. Mi otro trabajo, el no remunerado, el que hago feliz y gozosa, solo me alimenta el alma y el espíritu, es la escritura. Como cualquier mortal, necesito pagar la hipoteca y llenar el frigorífico, pero por encima de todo necesito sentir esa satisfacción incomparable que es ser leída; vivir de la escritura es un sueño inalcanzable. Durante algunos años escribí una columna semanal en un periódico local, ver cada sábado mi cara sobre las letras impresas en el papel, contando lo que días antes había observado o me había emocionado, asomándome a mi azotea para divisar mi mundo y contárselo a quien generosamente, me concediese el honor de ser leída, era la felicidad pseudocompleta, todo ello compatibilizado con mi trabajo real, donde solo eres el tiempo de gestión de una llamada. Un buen día, harta de ser el parapeto que se muestra tras una línea de atención al cliente, en un arrebato de valentía me atreví a pedirle audiencia a quien cortaba el bacalao en aquel periódico, para sugerirle algún tipo de remuneración económica, quien me recibió en su despacho acristalado lleno de vírgenes, adornos horteras y alegatos sobre lo difícil que era levantar ese periódico, lo que costaba llevar el barco, que había que remar entre todos y tal y cual; parábolas de solidaridad y buen samaritano de quien la tiene de mármol. Salí de allí avergonzada y arrepintiéndome de haber ido. Poco duró mi humillación, nada más supe que despedían a los trabajadores que tenían en plantilla, cerré mi azotea por solidaridad y escrúpulos y me quedé vacía, pero digna. Perdonen ustedes este atropello, este desahogo, este alegato a la no resignación de sentirme escritora más que teleoperadora, pero en este mismo instante me siento igual que aquel día que salí del despacho acristalado, tras recriminarle a una de mis interlocutoras de acento castellano y un insufrible y molesto laísmo, que respetase mi trabajo tras dirigirse a mí empleando términos como "miarma","arsa" y "olé", quizás provocado por mi perfecto acento andaluz o porque quizás piense que me paso siete horas al día sentada al ordenador con los cascos puestos sobre la peineta, las flores y el caracolillo de Estrellita Castro, y no una persona a la que la que la lectura y la escritura le dan el contrapunto necesario para mandarlos al carajo con diplomacia. Discúlpenme ustedes pero estoy harta de oír "calle Bergamín, escrito con B", "El punto del email es un punto, no es escrito" o "¿Sabe usted deletrear?"... Voy a combatirlo con mis armas porque no me puedo permitir el lujo de cabrearme gratuitamente, ya que me guste o no, es mi trabajo, el que no me hace feliz pero me permite vivir. Por ello me he propuesto abrir mi azotea, llenar el blog de contenidos y seguir escribiendo de mi Betis en Sentir Bético .Perdonen este derecho al pataleo que precede a mi reencuentro en la blogosfera, pero mientras pueda escribir para que alguien me lea, dejaré que lo demás siga siendo una cuestión de escrúpulos y de contar hasta veinte hasta pillar una buena primitiva. 

1 comentario:

  1. Reyes que grande eres.Aquí tienes a uno que espera tus letras como agua de Mayo, uno que es un simple juntaletras comparado contigo, querida DAMA, que fuistes culpable, entre otros,de que me sumergiera en este maravilloso océano de los BLOGS.Mucha gracias,y a seguir contandonos cosas desde tu AZOTEA.Un beso.

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