martes, 13 de abril de 2021

En cada lágrima

Por Santa Catalina todo se había consumado la misma noche del Jueves Santo. El excelente equipo de priostes de su cofradía, desmontaba el atípico altar de esta Semana Santa también atípica dejando entre todas, una sola vela que permanecerá encendida durante todo un año para iluminar las esperanzas de aquellos que se agarran a la generosidad de una donación para seguir viviendo. Fue prendido el Viernes de Dolores por la mujer de un donante y madre de un costalero del paso de Cristo, acompañada por el Dr. Pérez Bernal, el Hermano Mayor y los ojos de todos los que solo expresan la gratitud inmensa de estar vivos gracias a los donantes que le dieron la oportunidad de poder estar ahí, junto a ese cirio por el que chorrean lágrimas de vida. “En cada lágrima, una vida” es el lema de la incansable lucha de mi Hermandad por difundir la importancia de la donación con la que facilitarles una oportunidad a los enfermos de leucemia. Lágrimas de vida como las cinco lágrimas de la Virgen, como la cera que derrama su candelería de Jueves Santo en Jueves Santo, recogida en los platillos de cristal. Lágrimas de vida para visibilizar a los donantes y trasplantados, simbolizando así el verdadero acto de amor al prójimo que supone donar médula, donar sangre, donar órganos, donar vida. Quien os escribe puso su médula a disposición de quien la necesitase con la única ilusión de que alguien me mirase como miran los ojos iluminados con la llama de ese cirio, llenos de vida, agradecimiento y esperanza. Me sensibilicé con la causa hace años, cuando por la ojiva, el alminar y la linterna donde la santa que da nombre a toda una parte de mi vida se asoma portando la rueca y la palma, se hacía un llamamiento a la solidaridad para que una de nuestras hermanas, venciera una enfermedad tan cruel como injusta, la leucemia. Mi Hermandad se volcó con ella y con todos desde entonces, hasta hoy y para siempre, sensibilizando allá donde fuera en estampas, pulseras, mensajes o charlas sobre la importancia de donar para dar vida, todo con una dedicación férrea, por ello es admirable mi Hermandad, además de serlo por su evolución en los últimos años, por como levanta su cofradía, como se organiza, como inunda las calles de su personal melancolía de Jueves Santo y de ese romanticismo de antifaces morados y túnicas blancas, para que los caballos galopen por sus adoquines a los sones de los campaniles del palio de la Virgen, ésos que asustan a los gatos que aún se esconden los antiguos juzgados. Mi cofradía es ejemplar por su intimidad, su jolgorio, su algarabía y su cadencia; es admirable por su cuerpo de acólitos y nazarenos, su Junta de Gobierno que te recibe, te acoge, te da y te llena, te representa; su cuadrilla de costaleros,  valientes trabajaderas de Cristo y de palio hechas a los kilos, a muchas cuestas del Rosario y a las difíciles entradas y salidas por las puertas del exilio, retranqueos y chicotás de grandeza y humildad. Mi cofradía es admirable por la delicadeza de las flores de su paso de palio, su cruz de guía, los cuatro ángeles de las esquinas que portan los elementos de la pasión y su manto de tisú, pero sobre todo es admirable por su solidaridad, por su generosidad, por ser tan grande y tan humilde a la vez, por ser incansables en algo tan importante como es la lucha por la concienciación sobre la importancia de donar órganos, tejidos y médula. El jueves próximo será otro jueves importante en el calendario de mi cofradía, se rubricará oficialmente el convenio de colaboración con la Asociación de trasplantados de médula ósea de Sevilla para desde Santa Catalina, seguir dando voz y concienciar, para que cada vez sean más los que se reúnan en torno al cirio morado que cada Viernes de Dolores se enciende para iluminar la vida, para dar esperanza, para derramar lágrimas de alegría, lágrimas llenas de vida.  

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