El rock de una noche de verano treinta años después

Anoche me saqué una espina que llevaba treinta años clavada. No me dejaron en su día ir a aquel "Rock de una noche de verano" en el que un Miguel Ríos con mayas a rayas negras y blancas era arropado con una Luz Casal en su vertiente rockera como telonera.

Anoche me quedé sin aliento, por Miguel Ríos pasan los años como por todo el mundo, pero su voz está intacta, más se nota el paso de los años en sus letras, algunas suenan incluso ridículas, con naves espaciales, teconología y demás avances y otras, reveladoras... "dicen que el fin de milenio, aumentará el mogollón, si no ponemos remedio hoy tendremos hambre, paro y polución.". Me encantó el espectáculo, me pareció que su rock es tan puro y tan suyo que siento con auténtica pena que exista la verdadera posibilidad de que sea cierta su despedida. Anoche disfruté como la niña de trece años que habría sido aquella noche de 1982 con sus canciones de siempre, con ese final a lo Queen con un himno a la alegría guitarreado, como me gustan los himnos; con esa versión de "Maneras de vivir" de Rosendo, un dardo a mi corazón porque fue una auténtica sorpresa, y ese encargo de recordar "Santa Lucía" solo al finalizar el concierto. Un descubrimiento rebuscar en la letra de Roque Narvaja, una de mis cinco canciones de culto, para encontrarte con regalos musicales. En esa letra se quedó mi pensamiento por encargo y mi lágrima de rigor en la magnífica "Todo a pulmón" que me dejó sencillamente, lista.

Un conciertazo, sí señor. Una espina clavada menos y la camiseta "rock and rios" para vasilar con ella, aunque fuese treinta años después.