sábado, 14 de diciembre de 2013

Azoteas

Parado el tiempo y el mundo, se asomó a aquella azotea dejando que el corazón se le escapase, cayendo desde aquella altura que era lo suficiente como para sentirse la más alta de la ciudad pese a estar en una tercera planta. Al fondo, la torre de una iglesia era testigo excepcional; uno de los tantos campanarios que la rodeaban como en ese escenario de su niñez, con mirada absorta, monstruo verde que escupía agua de lluvia, coletas tirantes y sonrisa mellada.
Ese escenario era idílico, pese a estar medio abandonado. Cuando abrió la puerta con dificultad y accedió a ella, fue como si descorriesen el telón del decorado de su verdadero yo. Allí se sentía como en el paraíso; una vieja azotea encalada, cordeles de la ropa huérfanos, una mesa, una silla, una pecera sin peces y una carencia total de macetas. Por su cabeza, en dos minutos, pasó la transformación que desde niña, le había acompañado en su azotea soñada. La habría llenado de muchas macetas, con margaritas, geranios y cactus; habría puesto más sillas, para que viniesen a su azotea todos aquellos que quisiesen a charlar, relajarse, oir música, o leer hasta aburrirse mientras te interrumpen las campanas de tantos campanarios. A ver la puesta de sol, el amanecer, las nubes, la niebla o el paso de los aviones; a oler la lluvia o a sentir el sol de Noviembre. Y a contar luminosas mañanas o noches de amor desesperadas.
Se llevaría sus libros, sus pensamientos y su pájaro, que a día de hoy, solo le acompaña la lavadora y la solitaria compañía de un lavadero triste. Seguro que él allí, también sería más feliz.
Era idílico, y en eso estaba cuando él asomó en el país de los sueños. Costó contener las ganas de sumergirse entre sus brazos, en tan soñado escenario. El sol calentaba y por sus ojos, solo pasaban unas terribles ganas de dejarse llevar en alas de la pasión, máxime cuando por las rendijas de su corazón, se asomaba la guitarra sensual de B.B King y el blues, como banda sonora de las miradas furtivas y de los deseos imposibles.
Quizás esa fuese su azotea, esa donde se concentran sus sueños desde su infancia, y quizás allí se encuentra esperándose ella misma. En el número 11 de la calle Sildavia, donde el tiempo en este caso, nunca pasa tan despacio, ni hay desiertos, ni mucho menos, falsa pasión.
Pero tuvo que bajar las escaleras y recoger su corazón devolviéndolo a sus sitio, dejando, escaleras arriba, su sueño, su pasión y unos pocos de miles de besos contenidos.

Esa noche los pájaros azules no la dejaron dormir y escribió este cuento. Tampoco la dejaron dormir ni los rayos de sol, ni las campanas, ni los besos aguantados, ni el tiro de fuego negro de cuervo de su mirada.
La sola idea de verse en esa azotea alguna vez en su vida, la suya, libre y segura, le quitaba el sueño como nada y al mismo tiempo, le incitaban a no desfallecer, en seguir adelante con su empeño, que no sería más que aquellos besos no dados, que serían devueltos y disfrutados, entre macetas, campanas, trinos de pájaros y guitarras pasionales, con olor a lluvia, a sol, a margaritas, a sueños y a pasión. Y a espinacas con garbanzos...

3 comentarios:

  1. ELVIRA y 2 - Sueño idílico en las azoteas de Sevilla.Besos y abrazos.

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  2. ese día llegará y será el menos pensado... invítame y estaré allí el primero...

    feliz Navidad

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  3. Invitado queda. Será un placer. Me he quedado sola esperando un suspiro.
    ¿me lo trae usted?
    Felicidades.

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