Yo, a estas edades, no debería andar buscando antídotos para hacer lo que me viene en gana, pero deberá ser por esa ligera inseguridad que a veces me aflora, que a veces lo necesito, y siempre lo encuentro cada vez que recurro a él en una calle del Polígono de San Pablo. Siempre, sin horas, explicaciones o condiciones.
Mi antídoto tiene solera, acaba de cumplir cuarenta y tres años y además, tiene mucha gracia. Es la seguridad en persona y una de las mujeres más inteligentes que conozco. Mi antídoto disfruta en la barra de un bar mientras yo me siento, duerme la siesta mientras yo me voy a la playa a andar, se come una croqueta fría sobrante de la noche anterior mientras yo cojo una pera, y por encima de todas las cosas, escucha a Camarón de la Isla. Mi antídoto, de chica, me miraba perpleja mientras yo me escondía en mi caja de cartón, y esos ojos ahora, los veo en los ojos de mi Lola, como un juego de la genética. Mi antídoto siente en verdiblanco, es atea por la gracia de Dios y además, una experta en colocar iconos de whatshapp concretos y oportunos; campeona poniendo motes, en ir maquillada sin parecerlo, que siempre será misión imposible, y la eterna buscadora de zapatos para pies "maxibon". Mi antídoto es fuerte, valiente, generosa, divertida, emprendedora y muy guerrillera, a la que no aconsejo llevar la contraria jamás; la que más me aconsejó, apoyó, animó y alentó a que hiciera lo que me alegro de haber hecho y quien tanto me ha ayudado. Mi antídoto, que una vez fue niña, bebía cola cao con sus babuchas de paño y su bata, y después, nos enseñaba los dientes de color marrón, le brillaban los ojos de risa viendo a Fofito cantar "Manuela" y cantó, hasta quedarse sin voz, una canción de Nica Costa que a nadie en el mundo le gustaba.
A mi antídoto le gusta Sara Montiel, Almodóvar, Silvio, el Ché Guevara, el tango y Jhonny Deep, los cotilleos sombrilleros, los "algos de las ascas", y decirme astracanera, y pasarlo bien, que lo ha pasado muy bien, afortunadamente.
Y ahora, que suene "la de la mochila azul", y después, que se recoja el pelo en una cola, el flequillo con una horquilla y que busque la virgen de plástico para dormir que es algo muy propio de ateas, y después, que me saque conversación en aquellas noches de litera y charlas sonámbulas.
Y yo, que no doy besos, y que solo me gusta escribir lo que siento, le deseo a mi antídoto un feliz cumpleaños, aunque ya me pasé diez minutos, y decirle que es un orgullo y una inmensa suerte compartir apellidos y que no sabré nunca cómo agradecerle que sepa aconsejarme y ayudarme como lo hace, con su partícular antídoto, que elimina las desilusiones de un plumazo.
Increible, no tengo palabras..
ResponderEliminarSnif snif
Gracias
Roxx
Lo que más me ha gustado "lo de recogerse el flequillo con una horquilla" y que tú "no des besos".
ResponderEliminar"Amo tanto tu ausencia como tu presencia, porque tu ausencia me obliga a recordar lo indispensable que eres para mí, y tu presencia me lo confirma..."
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